lunes, 4 de enero de 2010

DIENTES Y GILIPOLLAS

Casi se me atragantan las lentejas. Las estaba saboreando y mojando pan, cuando he visto en el telediario algo asombroso. Un dentista se ha declarado "experto en sonrisas" y, lo peor de todo, ¡ha hecho negocio de ello! Su trabajo consiste en coger al paciente y fotografiarlo (la boca, claro), realizar una simulación con varias sonrisas, dientes y blancuras y, por último, cobrar 30.000 euros (después de instalar la nueva sonrisa, se entiende). Aparecía también una mujer, de unos treinta, con una boca si no perfecta aceptable, diciendo que quiere cambiar de sonrisa porque "tiene un colmillo salido". Media España le ha debido de ver el colmillo y espero que la mitad de la mitad, aunque es mucho suponer, haya pensado que es imbécil. Sí,sí, idiota del culo. El colmillo no era perfecto, es cierto, pero no desentonaba con su cara ni con sus labios, era un colmillo imperfecto y nada más. Pero, demonios, ¿qué somos sino imperfección? Además, creo que le iba bien esa salida de tono de colmillo, le daba un aire gracioso y despistado. Esta mujer tiene del todo desviado el ideal de belleza, por no hablar de su capacidad intelectual, que debe ser como la de un pato (mareado). Para sostener mejor esta tesis, baste decir que la mayor demanda de tipo de sonrisas tiene que ver con la imagen que los actores americanos proyectan; también las modelos o los futbolistas. Está bien cuidarse un poco (yo tendré que empezar a hacerlo en algún momento); pero sin rayar la obsesión y, sobre todo, la estupidez. Nadie debería tener una novia/o, trabajo o vida mejor por ser más guapo o más fuerte o más alto. Si alguien piensa que pagar 30.000 euros por cambiar su sonrisa es lo correcto, se equivoca y, además, si piensa que es normal, no puede obtener otro calificativo: es un auténtico gilipollas.