viernes, 2 de octubre de 2009

LA LOCURA TRANSITORIA Y MADELEINE



 Hace algunos días leí una noticia en el periódico que a mí se me antojó poética, pero que al diario en cuestión le pareció detestable. Se trata de Madeleine Martin, de 39 años, profesora de no sé qué en el Reino Unido. Esta señora ha sido condenada a prisión por mantener relaciones sexuales con un menor de 15 años, alumno suyo. Y yo no comprendo nada. Mi pregunta será ingenua: ¿por qué? Cuando revisaba la noticia, caña en mano y cigarrillo candente, me asaltaban varias cuestiones, las cuales ninguno de mis amigos ha sabido contestar con exactitud. Existen varias, aunque la fundamental es si a ese alumno quinceañero Madeleine le puso una pistola en la cabeza para acceder al acto, a los actos, pues parece ser, según cuentan los diarios sensacionalistas ingleses, que hubo varios. Yo supongo que no. Naturalmente, la justicia se amapara en lo legal y no en lo justo, lo que es crispante. Pero, tal vez, cabría pensar que aquel alumno, al que llamaremos Peter, lo hizo de motu proprio. Si esto así fuera, y seguro estoy de que así fue, no comprendo, pues, la condena de esta señora que ha tenido que alegar, recuerdo la noticia de memoria, locura transitoria. Analicemos a los niños y niñas de quice años de hoy día, ¿ya lo han pensado? Efectivamente, no hay delito ninguno. Yo recuerdo mis quince años: era imposible echar un polvo. Hoy las niñas de trece compran preservativos sin problema alguno y practican sexo, hacen botellón y fuman kanutos. Lo veo todo los días en mi barrio. No sé por qué sorprende (si es que alguien siente sorpresa por esto) una relación sexual entre alumno-profesor y, lo peor de todo, por qué esta señora tiene que ir a la cárcel. Tal vez sea, según leí, por manipular mediante su experiencia a un inocente crío que no sabe nada de la vida. Lo dudo. Quizá Peter es un maromo de dos metros con un pene desorbitado, juega en el equipo de baloncesto y se ha tirado a media plantilla de animadoras.No es justo. Quizá la profesora se había enamorado de su alumno, quizá el alumno se enamoró de su profesora, pero, claro, eso lo mismo da, pues no es lo legal. Eso sí, ahora, si el macarra del barrio, menor de edad, deja preñada a la Carol, no pasa absolutamente, alegaremos estupidez transitoria. Además, pueden, si tienen 16, comprar la pastilla del día después en la farmacia y fin del problema (lo cual, por otra parte, apoyo, pero demuestra la profunda incogruencia que representa la ley y el sistema de valores occidental). Madeleine sólo dio rienda suelta a sus bajas pasiones y se dejó llevar, por sexo, por amor o por literatura, vaya usted a saber. Peter algo tendrá que decir, digo yo. Aunque no le dejarán hablar, es un menor de edad y eso le exime de todo, parece ser. Es lo de siempre: no fumes, pero hay tabaco; no corra usted con el coche caballero; pero vendemos motores potentísimos; no a la guerra; sin embargo, sacaremos un buen pico si vendemos un puñadito de ametralladoras. Usa condón, pero eso sí, dentro de lo supuestamente legal, no sea que te enamores y termines en la trena. Es horrible y decadente, pero es lo legal. Por mi parte, Madeleine Martin, queda usted absuelta de todos sus pecados y, Peter, gracias por hacer realidad la fantasía erótica de los quinceañeros. Prometo escribiros, algún día, una canción. Buena suerte.

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