miércoles, 9 de diciembre de 2009

La clave

Cuando Dupin tomó el tren en Recoletos, pensó en su estancia en la biblioteca.

Casi había resuelto el misterio; sin embargo, el tiempo escaseaba. Debía llegar a la plaza en sólo una hora y la hazaña era del todo improbable. Recriminaba su método; pues tardó demasiado en dar con el supuesto asesino. Al pasar Atocha, cayó en la cuenta de que olvidó sus anteojos. Por fin, al llegar a Alcalá y contemplar la estatua, lo comprendió todo: la pequeña moneda incrustada bajo el tobillo de Cervantes reveló la clave final: el asesino había vuelto a matar.


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